... coincide que tengo la oportunidad de escribir y el fin de año. Escasas horas, para ser exactos.
A mucha gente le entra la nostalgia y la melancolía y los recuerdos por estas épocas. Época de reflexión dirían algunos -los creyentes sobre todo, los hombres y mujeres de buena y harta fé-.
A mí sin embargo, me basta cualquier motivo para sentarme a poner en palabras lo que pasa por mi cabeza. Suelo ir a contraflujo, en el contrasentido dirían los de vialidad. No me gusta ser uno más, jamás me gustó ser uno más (creo que a nadie) y sin embargo, la vida, el destino, Dios, y sobre todo las decisiones que uno toma o decide no tomar, le enseñan nos enseñan que a veces tenemos que ir a donde va la corriente, y dejarnos llevar. Estar flojitos y cooperando, pues al final de cuentas, por algo suceden las cosas.
En ese ser diferente a todos los demás doy regalos cuando menos se lo esperan, con las envolturas que no pensaron. Escribo una carta a la antigua (con papel y bolígrafo) y comparto lo que las personas significan para mí. Regalo una flor o un caramelo. Tomo fotos desde otras perspectivas, juego con los escenarios y las luces. Camino por donde los demás no van (o al menos no la mayoría), entro al café y restaurant que los otros miran con desprecio. Tomo el rumbo menos seguro y hasta ahora he encontrado buenas cosas. Muchas veces también me he caído del auto en que voy, he vivido la angustia cancerígena en mi familia, he suspirado, he llorado, he perdido dinero, he sufrido golpes y hasta hipertensiones cardíacas. He viajado, he estado en ciudades ajenas, he conocido gente y he amado también.
Hoy, un taxista, desconocido para mí - y miren que en Cortazar nos conocemos casi todos así como nuestros secretos y escondrijos- me dijo cuando descendía del automóvil para ir a trabajar: Que tenga un buen año, que se le cumpla lo que espera... siempre y cuando se lo merezca. Jo, sí... la vida a veces es de merecimientos. A veces uno tiene que chambearle, talacharle, ponerse el overol y ensuciarse. Otras veces, el trabajo es más intelectual, más oficinezco, más de servicios, más de sentarse a reflexionar y al final de todo, las cosas ocurrirán, pasarán en base a lo que uno hizo o dejo de hacer. Cuando se toma una decisión, se desecha una oportunidad diría Galaviz.
La probabilidad estadística, dice Sheldon, muchas veces se confunde con las coincidencias. Nada sucede por acaso, dicen. Como sea, yo creo que lo que ocurre hoy viene a razón de mi pasado. No en un sentido determinista sino continuista, es una continuidad. Como los verbos transitivos: como cuando uno dice... pasa el tiempo y me doy cuenta que me he estado haciendo pendejo. Me estoy fumando un cigarro, voy viviendo la vida, estoy caminando a tu lado.
Claro que siempre es mejor estar caminando al lado de alguien que te quiere, que te ama, que te piensa, que te sueña y que te acompaña y apoya. "Tenías que ser así y no de otra forma; tu familia es así". Tal vez esa sea la razón por la que la gente buena suele caminar conmigo, o cuando menos mostrar su lado bueno.
A mis veinticinco años he caminado con políticos, psicólogos, maestros, gobernantes, mecánicos, djs, tenders, meseros, sacerdotes, comunicólogos, futbolistas, periodistas, cocineros, chefs, hojalateros, empleados, informáticos, químicos, administradores y servidores públicos, así como todas sus presentaciones en femeninas. Y de todos he tenido cosas buenas en su mayoría. Alguno que otro hijo o hija de puta que me han venido a enseñar y me han hecho dudar pero al final quedo con la conciencia tranquila.
La vida nos cobra factura. Y también, cuando enmendamos nuestros actos hay efectos.
A últimas fechas el insomnio me llega a eso de las tres o cuatro de la mañana y me pregunto qué será de mí. Despierto y quiero un cigarro, un abrazo o un te quiero. En ese momento necesito mi ángel, ése angel que me asignaron cuando niño y lo menos que puedo hacer es abrazar su recuerdo y esperar, que llegue el amanecer.
Sí... hay algo que me está dando miedo y no sé qué es. ¿Será esto lo que llaman madurez? ¿Será que me llega por instantes como la felicidad? ¿Moriré acaso pronto, Señor? ¿Serán las enfermedades que permean mi hogar? ¿O es simple y sencillamente un mal juego de mi inconsciente dominado por mi poco indulgente Super Yo?
He vivido bien este año, me ha costado sangre y llanto, semen y sudor. He sido leal a mis principios y mis ideales, he canjeado algunos nomás que ando confundido, consternado, con un hueco en el pecho, con una especie de angustia. ¿Será la falta? ¿Será la presencia? ¿O será que pienso puras pendejadas?
Fz., en Corta... el 31 de diciembre del 2009.
A menos de cinco horas de empezar un nuevo año.