jueves, 22 de octubre de 2009

Ahora que dejé cosas, momentos, noches...


...y aprendizajes cerca del Auditorio Josefa Ortiz traigo a cuenta un escrito de Benedetti. Este hombre tenía una lucidez y una sensatez tan grata que uno no puede menos que darle la razón cuando lo lee y lo relee. El domingo pensaba yo en aquel velero que algún día se tomó y en el cual recorrimos tantos lugares, descendimos y siempre volvimos a la mar.


Ahora... con un poco menos de emoción pero más experiencia, uno no puede negar el paso y el peso de las huellas.



59. Huellas.


En las huellas de ida los pies se apoyan sin problema, pero en las de vuelta la cosa se complica. Las de ida trazan el camino de los que se fueron, por hambre, por miedo o por las dudas. Las de vuelta dibujan la senda de la nostalgia o del desconsuelo. Las de ida son más hondas, más profundas, resultado de muchas cavilaciones. Las de vuelta son más íntimas, besadas por descalzos, más biográficas.


En unas y otras el denominador común es la esperanza. En las de ida la esperanza son brazos y abrazos, todos de lejos. En las de vuelta la esperanza es que la memoria no haga trampas, que nos espere con los ojos de antes, los brazos de cerca, las calles de siempre, los árboles que no se derrumbaron.


Huellas y huellas, rastros y señales, vestigios y utopías. El mundo está allá y está aquí, los prójimos contiguos y remotos.


Las próximas huellas serán nuevas, fresquitas. A duras penas crearán otro camino y otra forma de ser y de pisar. Loado sea el futuro, si existe. ¿Existirá?


Mario Benedetti, Uruguay.




¿Verdad que sí? A veces los recuerdos nos engañan y a veces el futuro es tan seductor que perdemos el piso. Ay Dn. Mario... ay Dn. Mario.

No hay comentarios: