lunes, 27 de julio de 2009

No del amor sino de mí.


Hoy hay tantas cosas que quiero decir, en un par de horas me han llegado tantas y tantas ideas a la cabeza, me ha tocado la inspiración, hay muchas cosas que quiero compartir con el mundo, hay tanto que puedo decir que prefiero salir, tomar un cáfé, echarme un cigarrito, prender la radio (porque así uno se puede sorprender con canciones que no espera) y sistematizarlo, ponerlo en las hojas. Tal vez mañana vuelva y lo transcriba. Hoy, dejo esto, del gran Sabines -hace mucho que no le escuchaba- en quien he vuelto a encontrar tranquilidad.

Por cierto, no es para nadie en particular, no va para ninguna mujer (no lo tomen personal), por supuesto, tampoco para un hombre. Sólo es una puntuación, es un hablar de la vida a través de la muerte. ¿Qué sería de mí sin el amor? ¿Qué sería de mí sin Sabines? ¿Cómo sería yo sin la presencia de la muerte en mi vida?

Fz., cerca de mi casa queretana, oyéndolo, sintiéndolo, viviéndolo.


No es que muera de amorNo es que muera de amor, muero de ti.
Muero de ti, amor, de amor de ti,
de urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma de ti y de mi boca
y del insoportable que yo soy sin ti.
Muero de ti y de mí, muero de ambos,
de nosotros, de ese,
desgarrado, partido,
me muero, te muero, lo morimos.
Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
en mi cama en que faltas,
en la calle donde mi brazo va vacío,
en el cine y los parques, los tranvías,
los lugares donde mi hombro acostumbra tu cabeza
y mi mano tu mano
y todo yo te sé como yo mismo.
Morimos en el sitio que le he prestado al aire
para que estés fuera de mí,
y en el lugar en que el aire se acaba
cuando te echo mi piel encima
y nos conocemos en nosotros, separados del mundo,
dichosa, penetrada, y cierto, interminable.
Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
entre los dos, ahora, separados,
del uno al otro, diariamente,
cayéndonos en múltiples estatuas,
en gestos que no vemos,
en nuestras manos que nos necesitan.
Nos morimos, amor, muero en tu vientre
que no muerdo ni beso,
en tus muslos dulcísimos y vivos,
en tu carne sin fin, muero de máscaras,
de triángulos obscuros e incesantes.
Me muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,
de nuestra muerte, amor, muero, morimos.
En el pozo de amor a todas horas,
Inconsolable, a gritos,
dentro de mí, quiero decir, te llamo,
te llaman los que nacen, los que vienen
de atrás, de ti, los que a ti llegan.
Nos morimos, amor, y nada hacemos
sino morirnos más, hora tras hora,
y escribirnos y hablarnos y morirnos.

Jaime Sabines, Chiapas.

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