miércoles, 26 de agosto de 2009

Hola y adiós: querer y dejar de querer.


Lo contrario de querer no es el odio, es el olvido, digo yo.


"Asúmelo como es o sé Polite y mándalo a la chingada..."


Sí... pero hay que mandarlos a la chingada de una forma, dijo Oso, que te agradezcan que los mandaste a la verga.


Cuando uno decide vivir con alguien cree que las cosas irán bien (sean hombres, mujeres o mascotas), uno no se detiene a pensar en que nuestra vieja no siempre estará de humor para hacer el amor, prepararnos un café o lavar nuestra ropa interior. No siempre querrá ver el fútbol o aguantar a nuestros amigos borrachos.


Aquel que quería vivir con nosotros tal vez no es tan limpio, tal vez deja sus pelos en la ducha, no lava los trastes cuando cocina o tal vez, ni siquiera esté ahí cuando lo necesitamos, es más, quizá ni siquiera cumpla lo que prometió - por decisión propia, puesto que nadie le obligó a decir cosas y empeñar su palabra-.


Cuando uno dice que ama a alguien, que lo quiere con todo su corazon, con todo su entendimiento, con toda su alma, con todo su hipotálamo, imagina que será así para siempre. Que nunca, jamás en el resto de la vida, la llama se apagará, que habrá de estar dispuesto a dar todo de sí y que la otra persona corresponderá en forma recíproca y hasta simétrica.


Uno cree en el amor como en una lámpara de inagotable aceite, uno es iluso y juega a hacer eterna la felicidad, como si la felicidad pudiera comprarse por recargas como el saldo telefónico. Uno debe vivir como si fuera eterno dicen algunos porque el pasado, el futuro y el presente tienen que ir siempre juntos, de la mano, como enamorados porque no se puede desprender uno de otro. Uno es atemporal.


Entonces cuando pasa lo que decía al principio, cuando las cosas no funcionan bien, cuando se nos salen del huacal, cuando se nos revelan, cuando uno se da cuenta de que tal vez el deseo no está en esa persona que uno creía casi casi de otro planeta, de otra galaxia, única, irrepetible, fantástica y eterna. Cuando uno cae en cuenta de que a veces es jodido estar con él o con ella, que no es lo que esperaba no sabe qué hacer.


Ya luego entiende uno que las palabras no están atadas a un solo significante y que aún puede amar, asombrarse, jugar a volar (sólo que ya está advertido, ya lo vivió y entonces intenta disfrurtarlo más), que aún puede sentir y hacer sentir.


Yo por ejemplo, volveré al Altiplano y lo disfrutaré, iré con la mejor compañía que pude haber pedido. He vuelto a conmoverme con las cosas sencillas, he vuelto a escribir, a gozar, a sentir. Las palabras no están atadas a un solo significante y las canciones no siempre nos remiten a la misma persona, como con los libros : es uno el que cambia, el que mira la Luna desde otra ventana y con otro clima.


Pero esto no es fácil, uno tiene que sufrir a veces, vivir casi siempre. En algunos casos abandona sus sueños, deja de lado lo que aparentemente quiere por hacer lo que supone desea, se emborracha o fuma o hace el amor sin sentir, o se duerm sin sueño.


Luego, como en cualquier situación, la vida pasa factura y uno no tiene más que asumir y hacerse responsable. Hoy puedo decir: hasta ahora ha valido la pena.


Durante los pocos o los muchos años de nuestra vida, nos vamos despidiendo de cosas y de nombres.


Mario Benedetti, Uruguay.



Del adiós.

No se dice.

Acude a nuestros ojos,a nuestras manos, tiembla, se resiste.

Dices que esperas -te esperas- desde entonces,y sabes que el adiós es inútil y triste.


Jaime Sabines, México.
Fz, en Qro., con ganas de viajar y aprender. Agosto 26, 2009. Un cuanto tanto lejos de casa.

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