jueves, 6 de agosto de 2009

Contigo aprendí



... se escucha en este cybercafé (porque hace mucho que no estaba en uno que fuera de verdad cybercafé -con su máquina y todo y delIcioso olor al coffe), en Allende, poco antes de llegar a Madero, justo frente a la SAT. Yo, arregladito y toda la cosa, con corbata y camisa de vestir, con el cabello embadurnado de gel y mi libro de Benedetti en la mano (gracias Miriam por darme algo qué leer, me hacía falta).

Se supone que hoy sería un lindo día, que me pondría de chef para mí mismo y todas aquellas personas que por voluntad propia -pero voluntad de verdad, no de ésos que se la pasan cancelándole a uno- quisieran acompañarme en mi casa. Lavé mi ropa, limpié mi cuarto, lo fumigué, lo trapeé, arreglé bonito los cajones, como dice Alma y listo.

Y zas... que nadie se anima y los que se habían animado resultan entre cobardes e informales: y yo que hasta regalitos les tenía. Dulces, chocolates, café, flores, libros, lentes, muéganos, cacahuates, escritos, cigarros y hasta un buen vino si se animaban.

Ni modo, no fue así, pero lo mejor aún es que por azares del destino, estando yo en Costintuyentes con Guerrero no entendí en un primer momento lo que la vida dice. A toro pasado, quedó todo muy claro.

Hoy, en la tarde vendrá gente importante a mi lado, a estar conmigo, a disfrutar de la simultaneidad -nada forzado sino todo natural-, y ahorita me voy a un rancho a comer con mi carnal y su mujer (qué más da si ayer se quejó amargamente de la vida marital, hoy su vida es distinta).

Me encanta cuando hago las cosas por antojo, porque sí y el mundo me da su espaldarazo: Sí... sí voy. Woooooooooooow, ¿qué más quiere uno? Me amargaron el día pero al instante se compuso: como un buen café o buen whisky, al principio me amargó pero luego le encontré el placer y lo dulcecito.

Dice Benedetti a propósito de las costumbres que

La costumbre es la cualidad más simple y sencilla del ser humano y sin embargo no es igual para todos. Cada uno tiene su costumbre y vive con ella, ya sea en la gloria o en el desastre. Los generosos, y en especial los filántropos, tienen la costumbre de ayudar al prójimo. Los tiranos y los déspotas suelen tener la costumbre de toturar, invadir y asesinar.

Hay hábitos que se enfrentan con hábitos y de ese choque suele emanar sangre. En ciertas regiones, < costumbre="">> es el menstruo de las mujeres, pero a nadie se le ocurre llamar costumbre al orgasmo de los hombres.

Todos somos un poco esclavos de nuestras costumbres, porque ellas no nos sueltan, nos diseñan un carácter o adjudican un temple.

La costumbre de amar suele limar el amor, debilitarlo. Hay que amar al margen de cualquier costumbre, improvisadamente. El amor es más seguro cuando nos toma de sorpresa e incluso desorienta a la costumbre. Hay quienes cargan con la costumbre en la valija, pero ¡ay cuando la dejan olvidada en el aeropuerto o en la casa de la amante número dos!

La costumbre de los niños es burlarse de los padres y el hábido de los padres es burlarse de los abuelos. Después de todo, respirar es una buena costumbre y cuando uno la olvida queda en cero.

Casi todos los humanos tienen la triste costumbre de morir. Los que se salvan son los que resucitan (Cristo y otros muchachos), pero en los últimos tiempos no se usa ese recurso. Se llama Resurrección de la Carne a todos los muertos del Juicio Final. Loca costumbre, ¿no? Menos mal que queda a varios kilómetros después del horizonte.


Mario Benedetti, Uruguay.


Dice Pako, por eso hay quien afirma que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Yo lo llamo repetición, somos seres de costumbres y algunas son salvajes, locas, idiotas, perjudiciales. La costumbre más linda que he hallado es la de escribir y compartir con el mundo esto que me pasa.

Fz., en Querétaro, esperando la tarde y lo que vendrá con ella, con olor a café y cigarro.

Agosto 5, del 2009.

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