Luego de algunos días de estar intentando tener calma se van tomando las decisiones. He de confesar con no poco desagrado que aún no me acostumbro del todo a esto de planear -ligera o concienzudamente- las decisiones en lugar de sólo tomarlas.
Quintana Roo 22 se siente distinto, diferente, a veces hasta como ajeno. He optado por guardar para mí, en mi cuarto, todas esas cosas que son mías y de nadie más, esas cosas que nadie puede criticarme ni mucho menos quitarme. En un principio mirar a Eleonora o a Buba era desconcertante, tener cuestiones de la Sinónima o de los Mighty me daba <<
En esta propiedad privada mía que es mi cuarto de Quintana Roo se puede ver al bueno de mí en mis distintas y variadas circunstancias. Es MI cuarto... es lo mío, es lo que soy.
Algo tenía qué hacer para no volverme loco o para no volverme cuerdo (cómo se define la locura o la cordura si no es a través de alejarse de ellas y ponerse en el lugar totalmente opuesto) y poder continuar con esta vida mía que me hace tanto ruido a veces y que no sé qué opción tomar.
Hace algunos años, por estas fechas, más o menos, estaba yo tendido en una cama, con un exceso de anestesia -a punto estuve de morir por negligencia médica- despertando de un letargo de quién sabe cuántas horas. Un 28 de septiembre, allá por 1993 me fracturé el brazo como a eso de las once de la mañana en mi acostumbrado afán por ser el primero, el mejor. Fracasé y a punto estuve de morir por querer sobresalir.
Sin embargo, la vida era más sencilla. ¡Bendita ignorancia! Era más sencilla porque no sabía de muchas cosas que hoy día puedo agradecerle a la vida habérmelas mostrado aunque no siempre han sido gratas en su forma, probablemente sí en su fondo. Por aquellos días me conformaba yo con estar tranquilo, reposando y dándole tiempo a que los huesos sanaran y tomaran su lugar. La rehabilitación fue dolorosa en algunos momentos y hube de ser constante y disciplinado. Tuve que abandonar uno de mis más grandes sueños y he de confesar que no me dolió poco: el futbol.
Con el tiempo, pude habilitar nuevamente mi brazo y llevar una vida normal. No puedo cargar mucho con el brazo derecho pero lo bueno es que tengo al izquierdo que hasta ahora me ha ayudado lo bastante como para no detenerme.
Si yo tuviera un hijo podría contarle ya algunas cosas, seguramente estaría ya en una etapa de simbolización y podría -en el mejor de los casos- hacerle al educador y padre. En este instante me pregunto ¿cómo seré yo de padre? Mmm... ya llegará el día.
Pasado el tiempo y viviendo ya otras cosas uno se da cuenta lo importante que fueron ciertas personas y cuánto le enseñaron, aún sin quererlo o aún sin estar presentes. A esas personas las amo con todo mi corazón y con todo mi entendimiento aún a sabiendas que seguramente no les volveré a ver o que no serán para mí. ¡Es tan fácil empeñar la palabra! ¡Es tan complejo esto de la vida nuestra!
Si bien es cierto que nunca he sido una persona sencilla, también es cierto que me gustaría tomarme un respiro (pero de verdad), hacer esa pausa del 10 y replantearme las cosas. A principios de octubre, a punto de celebrar al bueno del Seráfico, lo miro a él y pido si puede, un poco de luz para alumbrar esta difuminada y entreverada senda.
Mi bebé me invita a buscar alternativas energéticas y me agrada la idea. No puedo negar que me da un poco de "frío" eso de aprender cosas nuevas y estar con gente que "ya sabe" pero algo podré hacer. Las personas adultas son y somos extrañas... nos complicamos tanto y somos también un poco orgullosos, no queremos que nos miren llorar. Nos choca mostrarnos débiles o en el más notorio de los casos... mostrarnos.
La idea es ahora... hacer cosas, analizar cosas, recostarse en el diván, darse baños con agua fría, cambiar de escenario y reducir el nivel de los oles.
¡Lo confundes todo…todo lo mezclas…!
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