lunes, 4 de febrero de 2013

Entre azul y buenas noches.

Lo he venido diciendo de un tiempo a la fecha: la vida te pone de cara a la falta -cualquiera que sea el rostro de ésta-. Sí, la vida, Dios, el destino, el karma, la historia personal, el deseo... ¿qué será no lo sé pero sí sé que no que da otra que poner pecho a lo que pasa. No siempre es tan difícil, sobre todo si uno sigue con su vida y simple y sencillamente la vive.

¿Cómo vas?, me preguntaron. Pues aquí estoy -como antes y probablemente como después- preguntándome de la vida, del amor, de Dios, de mi. Sí, sobre todo estoy ocupándome y preocupándome por mi. Sigo sin entender muchas cosas. A mis veintiocho años estoy conociéndome, mirando mis alcances que espero que sigan siendo desconocidos y ajenos porque eso significa que el límite sigue estando lejos y que puedo alcanzar muchos sueños.

Esos sueños me preocupan. Esos sueños me inquietan, no me dejan descansar. Los siento cerca, siento que se aproximan. Este es el primer paso para andar el camino: escribir. Hace poco alguien a quien aprecio mucho me dijo que yo tenía la facilidad para en cuando me DECIDIERA, me sentara a escribir y las ideas fluyeran, salieran, se me escaparan y entonces diera rienda suelta a todo este delirio que traigo y que hay que problematizar y sistematizar. Ello hará que sea algo concreto y no un mal viaje más.

Ahora cuando menos salgo a la calle, voy a Corta, al trabajo, a la escuela y triste o contento hago lo que me toca. Hace poco me decían que cómo podía estar triste y estar con mis amigos. Si, a veces no les cuento, me he vuelto discreto. He aprendido, he tomado un camino distinto: no sé si más largo o corto, pero sí distinto. Para sentir no siempre hay que demostrarlo, para vivir no es necesario ser dramático. Uno no gobierna sus pulsiones, sólo las estiliza, les da un acabado. ¡Ay esas pulsiones mías! ¡Ay esa primera huella que dejaron sobre mí y que yo llamo deseo!


Santiago de Querétaro, Qro., a 23 de noviembre del 2012. Fz.

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