miércoles, 30 de septiembre de 2009

Mi Inconsciente.


La gente tiene la idea de que cuando uno se desenvuelve en un ambiente "psicológicamente sano" estará necesariamente sano, cuerdo, exento de la locura, de los delirios. La gente piensa que por saber de Psicología, por haber estado en análisis, platicar con eruditos de la Facultad, con leer de psicoanálisis uno sabe siempre la decisión correcta, la adecuada, la mejor.




Es normal que digan "ustedes que saben de Psicología... ¿qué opinan acerca de...?"




Pero la edad no nos exime de hacer pendejadas, a lo sumo, nos ayuda a estar advertidos, a saber, a reconocer. Saber de la vida, o de psicología, o del amor, o de las mujeres (o creer saber, mejor dicho, porque a veces el conocimiento es una cuestión de fé) no nos salva de que el día menos pensado esa persona que amamos nos diga otro nombre, o nos diga adiós -en el mejor de los casos-, otras veces tristemente uno se da cuenta de que el amor se ha ido, que se acabó.




Uno entrega el corazón esperando que sea por siempre y para siempre. Siempre habrá cosas lindas, momentos hermosos, pasión desbordada, respirar y beber amor, cree uno. El amor llega y nos toma, nos hace suyos, y no nos damos cuenta. Es una sensación a flor de piel conocida pero ajena, muchas veces.




Claro que cuando el amor llega invitado por uno es un poco menos agradable, cuando uno forza las cosas, cuando uno se obliga a amar, cuando uno ama por soledad, o por autocompasión. Las cosas forzadas generalmente no salen bien: uno acaba por quitarse el zapato que le aprieta.




A mis veinticinco años hay muchas cosas que aún no entiendo, es más, situaciones que aún no acepto, cosas que niego y deniego. Cuando hago las cosas, generalmente es porque así lo quiero, soy radicaloso, dicen por ahí, me rebelo (quizá habría que revelarse más bien y dejar salir lo que de verdad soy) y cuestiono. Hace ya muchos años que no me gustó "salvarme" como dice Benedetti.




Estas noches, sin embargo, me he dejado llevar por lo que <> me presenta y los resultados han sido gratos. Desde un sueño donde yo salvo un abuelo, hasta abrazos inesperados de la gente que quiero, pasando por una fiesta de rancho con algodones y hot cakes recién hechos hasta la visita de gente que hace tiempo no veo o la camaradería de los recuerdos de esa gente que me conoció cuando seguía yo las reglas casi al pie de la letra, cuando acataba todo y guardaba mis emociones.




A mis veinticinco años tengo claro que me gusta el cigarro, las mujeres, el alcohol, la internet, el amor, las películas, las canciones con letras complicadas, los que tienen tufos de literato, los que juegan a sobrevivir a la muerte. Me gusta la gente que sabe disfrutar de cosas sencillas. Me gusta hablar por teléfono, descargar música y ver fútbol. Me gusta la gente que dice lo que piensa (aunque después se arrepienta o caiga en cuenta que la cagó).




Hay pocas cosas que disfruto tanto como comer, coger, cagar, fumar, beber, caminar y trabajar de mesero. "Yo no voy a ser mesero toda la vida" dicen mis compañeros y yo digo "yo sí podría, me gusta mi trabajo, pero también me gusta escribir y me gusta leer". Me gusta escuchar historias y leer historias: creo que soy bastante chismoso.




Me gusta saber de la gente que quiero y quererles aunque no estén aquí. Me basta con que me tengan en su recuerdo, ahí es precisamente donde yo tomo forma, donde yo tengo razón de ser. Me gusta vivir en el recuerdo de la gente, saber que me piensan aunque haya sido un patán o un idiota: me gusta no ser perfecto.




En el sueño que tuve estaban no sé cuántas generaciones de personas, Beto me sacó de él y por unas cuantas horas... quedé en la pendeja. Por cierto... ¿ya salí de ella o todavía lo estoy?




Olvidaba decir, anoche pasé por el IMSS de Celaya, como hace 17 años. No sé porqué me da por escribir en estas fechas. Quizá sea como dice Pedro Guerra... en octubre lo que pasa.




Fz. contento y radiante, esperando por Lalo, en Querétaro.


Septiembre 30, 2009.


viernes, 11 de septiembre de 2009

Mis cosas, mi casa, mi vida




Hoy desperté con los acalorados reclamos de mi madre hacia mi padre (que está delicado de salud y al cual, nuestro doctor le ha dicho que si quiere vivir un poco más debe cuidarse) porque nunca en la vida ha valorado lo que ella ha hecho por él. Jamás le ha dado gusto.




Particularmente me parece más una manera de decirle "todavía me quedan muchos reclamos por hacerte, no te mueras". La forma y estilo de la gente de estos rumbos es así. Un día hace ya algunos años, un primo que trabaja como trailero se volcó y estuvo en estado comatoso algo así como tres días, al término de los cuales despertó y mirando a su mujer le dijo: Y tú... ¿qué haces acá? Vete a prepararles algo de comer a tus nietos.




Mi madre comentó en aquel momento "ay... los hombres no entienden lo que uno hace por ellos". A mí me pareció que Clemente, que es el nombre de mi primo, no tuvo más palabras para agradecer que hacerlo de esa forma. No supo qué decir, no sabía qué hacer y fue lo pimero que declaró. Sí... no tuvo clemencia, a pesar del nombre, con su esposa.




Los reclamos suelen, sin embargo, ser como los temblores: llegan cuando uno menos se lo espera y te sacuden más de lo que te imaginas.




Cuando uno está más agusto llegan y mueven cosas que uno creía olvidadas, superadas, elaboradas. Siempre nos toma n por sorpresa.




Uno intentó hacer oído sordo a las voces que a lo largo del camino buscaban hacernos volver, reflexionar y los reclamos nos trastocan, nos dejan paralizados. En ese momento uno sólo tiene que aceptarlo; si uno responde con otro reclamo no le está dando lugar a la palabra del otro, está entrando en su locura, me dijeron algún día.




Un poco más entrado el día, quién sabe porqué, como a veces ocurre, aparecen frases continuamente que a uno le hacen ruido: ya bien en la radio, en la vida cotidiana, en los diarios, en los libros o simplemente al ir pasando por la calle. Generalmente en esos días uno se saca de onda, se cuestiona, se pregunta... ¿el universo conspira para mí? La verdad es que no, ni somos tan únicos ni tan irrepetibles, sólo que hay algo ahí, algo del terreno -dirían los que saben- de lo inconsciente. Algo que no pasó por la aduana de la Conciencia y nos trastorna, nos interroga.




Uno tiene que pagar factura de las decisiones que toma y que deja de tomar, he venido diciendo y aunque generalmente me he hecho responsable. Acá comparto algunas frases que he encontrado en estos días, que me han gustado y que me han hecho reflexionar: unas de la calle, otras de cantantes, unas más de escritores, otras de mi familia, otras de la radio. Las comparto porque me parece tienen algo -un poco cuando menos- de verdad.




"Los delirante pasamos al lado d ela muerte y le hacemos un guiño. Nos movemos como si fuéramos eternos, sin tomar precauciones, más o menos sonámbulos, festjando los rayos y los truenos, y mirando a través de la lluvia."




"-¿Por qué piensas en la muerte?


-No sé.


-¿Cómo alguien piensa en la muerte? ¿Para qué?"




"Entonces... ¿en su locura, también se enamoran?"




"Tu cuerpo me dió calor. Tenía frío."




"Yo sé que no soy un buen yerno, que soy casi un beso del infierno... pero un beso al fin, Señora."




"No voy a irme así nomás, por algo aquí me concibieron y fui nacido y caminé descalzo sin herirme, dialogando con el silencio y con el mar y con las nubes, con lluvia y sol tan incesantes y siempre con algún secreto, minúsculo o tremendo pero mío, como una fomra de eludir cierta carcoma inevitable"
"Te dejo con tu vida
tu trabajo
tu gente
con tus puestas de sol
y tus amaneceres
sembrando tu confianza
te dejo junto al mundo
derrotando imposibles
segura sin seguro
te dejo frente al mar
descifrándote sola
sin mi pregunta a ciegas
sin mi respuesta rota
te dejo sin mis dudas
pobres y malheridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía
pero tampoco creas
a pie juntillas todo
no creas nunca creas
este falso abandono
estaré donde menosl
o esperespor ejemplo
en un árbol añoso
de oscuros cabeceos
estaré en un lejano
horizonte sin horas
en la huella del tacto
en tu sombra y mi sombra
estaré repartido
en cuatro o cinco pibes
de esos que vos mirás
y enseguida te siguen
y ojalá pueda estar
de tu sueño en la red
esperando tus ojosy mirándote."
Entonces se fue la luz y todo se quedó en silencio. Fueron sólo unos instantes pero fueron suficientes para que la gente hablara entre sí.
Llegó enseguida la electricidad, volvió la música, la televisión y cada quien siguió con su vida normal y sin hablar con el otro.
Fz., en casa de mis padres, el 11 de septiembre del 2009. Sin Torres caídas ni aviones secuestrados (por el momento).